
LA DIGNIDAD NO TIENE EDAD
DR. JOSÉ FÉLIX ROJO CANDELAS
SNTSA 37
16 septiembre 2025

“Envejecer es como escalar una gran montaña: mientras se sube las fuerzas disminuyen, pero la mirada es más libre, la vista más amplia y serena”.
Ingmar Bergman
Hablar de envejecimiento y vejez no es hablar de un final, sino del valor inmenso de una etapa de la vida que, aunque a menudo es invisibilizada, está llena de historia, fuerza, sabiduría y derechos. La gerontología -disciplina científica dedicada al estudio integral del envejecimiento- nos ha ayudado a distinguir dos conceptos que muchas veces se confunden: El envejecimiento y la vejez.
El envejecimiento es un proceso natural que nos acompaña desde el nacimiento hasta el último día de vida. Todos y todas estamos envejeciendo.
La vejez, en cambio, es una etapa específica del ciclo vital, que en México se reconoce a partir de los 60 años, y que representa una fase valiosa, no una pérdida.
México ha cambiado. Hace apenas unas décadas, la mayoría de su población era joven. Hoy, vivimos una transición demográfica sin precedentes: cada día, más personas llegan a los 60, 70, 80 años… y lo hacen con mayor esperanza de vida, gracias a los avances en salud, tecnología, educación y calidad de vida. De acuerdo con las estimaciones más recientes por el Consejo Nacional de Población (CONAPO, 2025), en México existen 17 millones 121,580 personas adultas mayores, representando el 12.8% de la población total. Se prevé que para el año 2030 el país alcance una etapa representada por más personas mayores (14.96%) que jóvenes (0 a 14 años) y para el año 2070 el porcentaje de personas mayores sea del 34.2%. Además, 6 de cada 10 personas mayores son mujeres, lo que refleja una clara feminización del envejecimiento. Ellas, que han sostenido hogares, comunidades y sistemas de salud, viven más años, pero también enfrentan mayores desigualdades.
Lo importante de este nuevo panorama es que no debe ser visto como una amenaza, sino como una oportunidad para replantear nuestro modelo social desde el respeto, desde la solidaridad y desde la justicia intergeneracional.
H
Por eso conviene hacernos la siguiente pregunta: ¿Cómo queremos llegar a la vejez? Y es que la forma en que vivamos nuestro proceso de envejecimiento dependerá de múltiples factores: salud física y mental, vínculos afectivos, entorno social, acceso a servicios, oportunidades de participación. No basta con vivir más años; necesitamos vivirlos con calidad, con autonomía y con dignidad.
Y eso empieza hoy, con un cambio profundo en la forma en que miramos, nombramos y tratamos a las personas mayores. Tradicionalmente nuestra sociedad valora la juventud, la rapidez y la producción. Pero, bajo estos criterios, la vejez termina siendo estigmatizada, invisibilizada o despreciada, de manera que muchos imaginarios sociales lo que hacen es reducir a las personas adultas mayores a estereotipos: débiles, lentas, dependientes, “cargas sociales”. Esto recibe el nombre de “Viejismo”.
El viejismo es una forma de discriminación por edad que margina, infantiliza o excluye a las personas mayores. Y cuando este fenómeno se normaliza, les arrebata su voz, su participación, su derecho a ser tratados como personas plenas y activas.
Pero hoy, en SNTSA 37, convencidos de la causa por los derechos humanos, nos negamos a aceptar esa mirada reducida y estigmatizante. Y desde un humanismo sindical, afirmamos que la edad ni disminuye la dignidad, ni anula los derechos, ni borra el valor de una vida llena de experiencia, sabiduría y aportes.
Lo justo y humano es reconocer la maravillosa diversidad de trayectorias que existen en la vejez: Hombres y mujeres, personas con discapacidad, personas indígenas, migrantes, rurales, afrodescendientes, sin hogar, con diferentes orientaciones sexuales e identidades de género, con historias marcadas por la pobreza o la exclusión… Cada vejez es única y merece ser reconocida desde sus propios términos, con respeto, sin paternalismo y sin olvido.
Combatir el viejismo es tarea de todos y todas. Tarea que implica revisar nuestras palabras, nuestras actitudes, nuestras políticas y nuestras prácticas. Como trabajadores de la salud y como líderes sindicales, tenemos la responsabilidad ética y humana de promover una cultura que reconozca, que valore y que proteja a las personas adultas mayores.
Tenemos que garantizar que cada persona adulta mayor:
Sea tratada con respeto y no con lástima.
Tenga acceso pleno a sus derechos.
No sea excluida por su edad.
Sea reconocida como parte activa de la sociedad.
Pueda envejecer en entornos libres de violencia, abandono o negligencia.
Desde el humanismo sindical, abrazamos esta causa como propia. Porque defender los derechos de las personas adultas mayores es defender el derecho que todos y todas tenemos de llegar a esa etapa con plenitud, con seguridad y -sobre todo- con dignidad. Colocar al centro a la persona adulta mayor como sujeto de derechos, y no como beneficiario pasivo, significa reconocer su autonomía, su capacidad de decisión, su derecho a participar, a exigir, a vivir libre de discriminación y violencia. Significa también entender la vejez como una etapa valiosa, con potencial, diversidad y dignidad propia.
Sin embargo, el desafío no es solo reconocer derechos, sino garantizar su justiciabilidad; es decir, que puedan ser exigidos ante las instituciones, que puedan defendidos en los tribunales y que sean efectivamente protegidos por políticas públicas eficaces.
En SNTSA 37 defendemos la vida en todas sus etapas, y eso incluye luchar activamente para que las personas adultas mayores -muchas de ellas jubiladas, otras aún en servicio- vivan una vejez con derechos, con voz y con presencia real. Necesitamos garantizar para ellas -y para todos- el acceso a la salud, a la seguridad económica, a la participación social, a una vida libre de violencia, a espacios laborales inclusivos y a comunidades solidarias.
Hablar de derechos humanos de las personas adultas mayores es hablar del futuro de nuestra propia dignidad.
Paz y bien.