Deconstruyendo sin Violencia

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Violencia hacia comunidades vulnerables: Racismo, homofobia, transfobia y sus intersecciones
Lic. Psic. Laura Imelda Hernández López
Unidad de Burnout
SNTSA 37
10 octubre 2025

La violencia hacia comunidades vulnerables no es un fenómeno aislado ni reciente; constituye una forma estructural de opresión que ha atravesado la historia de las sociedades modernas. El racismo, la homofobia y la transfobia son expresiones de este entramado de exclusión, sustentadas en prejuicios, estereotipos y sistemas de poder que jerarquizan a las personas según su origen étnico, su orientación sexual o su identidad de género. Analizar estas violencias implica comprender cómo se articulan entre sí, produciendo lo que se conoce como intersecciones de la discriminación.

El racismo ha sido una de las formas más persistentes de violencia hacia comunidades vulnerables. No se trata únicamente de insultos o agresiones verbales, sino de un sistema que produce desigualdades en el acceso a derechos básicos como la educación, la salud o la vivienda (Fanon, 2009). En América Latina, el racismo se manifiesta en la marginación de comunidades indígenas y afrodescendientes, donde persisten estereotipos que las colocan en posiciones de inferioridad social y cultural (Quijano, 2000).  Se ejerce tanto de manera explícita —ataques físicos, segregación— como implícita —políticas públicas que no consideran la diversidad cultural o que perpetúan la desigualdad—. En este sentido, desmantelar el racismo requiere reconocer su carácter estructural y no reducirlo únicamente a conductas individuales.

La homofobia es una forma de violencia que discrimina a las personas por su orientación sexual. Aunque los avances en derechos humanos han permitido la legalización del matrimonio igualitario y el reconocimiento de parejas del mismo sexo en varios países, la homofobia sigue presente en múltiples espacios: desde el ámbito familiar y escolar hasta el laboral y comunitario.

De acuerdo con estudios internacionales, las personas LGBTQ+ sufren con frecuencia violencia psicológica, exclusión social e incluso crímenes de odio (Herek, 2004). Esta hostilidad se basa en concepciones heteronormativas que consideran la heterosexualidad como la única forma legítima de sexualidad, reforzando la idea de “normalidad” frente a lo “desviado”.

La transfobia, entendida como el rechazo, miedo u odio hacia las personas trans y no binarias, se expresa de manera brutal en cifras alarmantes: América Latina es una de las regiones con mayores índices de crímenes de odio hacia personas trans, con una expectativa de vida que no supera los 35 años en algunos países (RedLacTrans, 2016).

Más allá de la violencia física, la transfobia se traduce en exclusión laboral, dificultades para el acceso a la salud y negación de derechos fundamentales como el reconocimiento legal de la identidad de género. Estos mecanismos de exclusión refuerzan un círculo de vulnerabilidad y marginación.

El concepto de interseccionalidad, introducido por Kimberlé Crenshaw (1989), resulta esencial para comprender cómo operan simultáneamente el racismo, la homofobia y la transfobia. Una persona trans afrodescendiente, por ejemplo, no enfrenta únicamente discriminación por su identidad de género, sino también por el color de su piel. Estas formas de opresión no actúan de manera independiente, sino que se potencian y refuerzan mutuamente.

De esta manera, pensar las violencias desde la interseccionalidad implica reconocer que las experiencias de discriminación son complejas y requieren respuestas integrales que incluyan políticas públicas, marcos legales y transformaciones culturales profundas.

Con todo lo anterior expuesto nos podemos dar cuenta que la violencia hacia comunidades vulnerables no puede entenderse solo como actos individuales de intolerancia, sino como fenómenos enraizados en estructuras sociales que históricamente han privilegiado a ciertos grupos sobre otros. Para desmontar estas violencias es necesario promover una cultura de Derechos Humanos que reconozca la dignidad de todas las personas, sin importar su origen étnico, orientación sexual o identidad de género.

El reto es colectivo: requiere la acción conjunta de instituciones, sociedad civil y espacios educativos, así como un compromiso crítico en la vida cotidiana. Solo así será posible avanzar hacia sociedades más justas, incluyentes y libres de violencia.

1989

Bibliografía

  • Crenshaw, K. (1989). Desmarginación de la intersección de raza y sexo: Una crítica feminista negra de la doctrina antidiscriminatoria, la teoría feminista y la política antirracista. Foro Jurídico de la Universidad de Chicago, 1989(1), 139–167.
  • Fanon, F. (2009). Piel negra, máscaras blancas. Akal.
  • Herek, G. M. (2004). Beyond “Homophobia”: Thinking About Sexual Prejudice and Stigma in the Twenty-First Century. Sexuality Research & Social Policy, 1(2), 6–24.
  • Quijano, A. (2000). Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina. La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas latinoamericanas, 201–246.

RedLacTrans. (2016). Informe regional sobre derechos humanos de personas trans en América Latina y el Caribe. Red Latinoamericana y del Caribe de Personas Trans.