
EL DERECHO HUMANO A LA SALUD Y EL PROFESIONAL DE LA SALUD
Frida Hosana Aguilera Díaz de León2 y Sebastián Israel Chávez Orta3
Revista de Derechos Humanos y Estudios Sociales
Dr. Alonso guido Ramírez
SNTSA 37
19 noviembre 2025

Una crítica frecuente al personal de salud radica en que aparentemente “no practica lo que predica” a las personas que atienden-cuidan. Esto puede verse reflejado en la salud física con diversos estudios reportando altas prevalencias de sobrepeso y obesidad, como es el caso del estudio realizado en 2011 por Nieves-Ruíz E., donde se midió la prevalencia de sobrepeso y obesidad en 85 enfermeras/os de una unidad de medicina familiar en Guanajuato, México. Los resultados arrojaron una frecuencia de sobrepeso y obesidad del 66%. O bien, un estudio realizado en 2015 en una clínica del ISSSTE en Tabasco donde se reportó una frecuencia de los mismos indicadores de sobrepeso y obesidad, los resultados fueron con el 38% en 68 trabajadoras y trabajadores del área administrativa y del personal de enfermería18.
El mismo escenario puede verse en el personal médico, en estudios como el de Lara A. de 2007, se compararon la frecuencia de sobrepeso y obesidad en 270 médicas y médicos contra las 7,747 personas que atendieron, reportando una frecuencia de 37.9% de sobrepeso en las personas usuarias y 34% en las y los profesionales de medicina, mientras que para la variable de obesidad se reportó una frecuencia de 35.7% en las y los usuarios y 34% en el personal médico. En el caso de la salud mental, la situación no es diferente y durante la pandemia este aspecto no sólo se agravó, sino que permitió evidenciar el gran desgaste que tuvo y tiene el personal en cuanto a salud mental. Diversos estudios demostraron resultados francamente desalentadores, por ejemplo, un estudio realizado a once países por parte de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) en 2020, arrojó que a través de 14,502 entrevistas reportaron de 14.7 a 22% del personal presentaban signos de padecer depresión, y de un 5 al 15% signos de ideación suicida.
A partir de lo anterior, es que se puede contextualizar que las y los profesionales que trabajan con la salud de la población o que generalmente interactúan estrechamente con personas como lo son las áreas de la salud, también ejercen actividades que requieren de esfuerzos físicos y emocionales.
El brindar atención a la población favorece en todo momento un riesgo de padecer estrés o desgaste ocupacional, donde frecuentemente se pueden presentar signos clave como son: colapso emocional, despersonalización tanto para el personal como para las y los usuarios, agotamiento físico y mental hasta llegar al punto de generar actitudes deshumanizadas y presentar sentimientos negativos con respuestas crueles e insensibles dirigidas a las personas usuarias, esto último tiene una connotación que a su vez, concluye lo que se había comentado anteriormente acerca de las y los estudiantes.
Pareciera un ciclo con respuesta derivada de algunos factores estresantes que podemos referir: la sobrecarga de trabajo, dificultad para crear lazos o relaciones con compañeras(os) de trabajo y, por ende, con las y los usuarios, condiciones físicas o de morbilidad, la atención hacia personas que cursan un proceso-situación vulnerable, la normalización y presencia ante fallecimientos, la escasez de recursos materiales como el equipo de protección, jornadas, rutinas, tratamientos y pronósticos, así como el miedo o incertidumbre que presentaban acerca de causar un daño o poner en riesgo una vida.
6. Ambiente laboral
El entorno de trabajo tiene una gran repercusión sobre la salud tanto física como mental de las y los trabajadores y de estudiantes del área de la salud, La OMS define un entorno de trabajo saludable como: “Aquel en el que los trabajadores y jefes colaboran en un proceso de mejora continua para promover y proteger la salud, seguridad y bienestar de los trabajadores y la sustentabilidad del ambiente de trabajo”. Este entorno saludable a su vez debe verse acompañado por la ausencia de indicadores de violencia ya sea física o psicológica en el entorno laboral.
El clima laboral es definido como “un conjunto de propiedades medibles del entorno laboral que son percibidas de forma directa e indirecta por las y los empleados, que afectan su motivación y comportamiento”. Este suele medirse con diferentes escalas o cuestionarios; en el caso del personal de salud en México, algunos estudios han medido este clima, como es el estudio de Ángel-Salazar EM et al de 2020, quienes midieron el clima laboral en una Unidad de Medicina Familiar en Colima a través de diferentes trabajadores y áreas, los autores reportaron que sólo el 67.6% del personal médico y el 72.1% del personal de enfermería consideraba el clima laboral saludable.

En un metaanálisis de 2022 acerca de la violencia laboral, se reportó una prevalencia global de 58.7% en trabajadoras(es) de la salud, de los cuales, 28.8% correspondía a violencia física, 66.8% a violencia verbal y 10.5% a acoso sexual.
Otro estudio de 2022, realizado en Suiza, donde se midió la prevalencia de violencia y discriminación en personal de salud mediante un cuestionario, evidenció una prevalencia global de violencia en cualquiera de sus formas y discriminación con 13.5%.
Además, se reportó que el personal de enfermería presentaba las prevalencias más altas de violencia: 9.6% por violencia verbal, 6.1% por humillación, 1.7% por violencia física, 11.3% por intimidación y 1.5% por acoso sexual, en comparación el personal médico quien presentó una prevalencia de: 6.8% de violencia verbal, 5.1% por humillación, 0.3% para violencia física, 8.2% por intimidación y 0.7% por acoso sexual.25
En el caso de México, hay pocos estudios que midan la prevalencia de violencia en cualquiera de sus formas en el personal de salud, estos estudios más bien suelen estar enfocados en la violencia proveniente de las y los usuarios y/o sus familiares hacia los mismos profesionales. Un ejemplo de ello es el estudio realizado en 2018 por Puente-Rojas et al. donde se reportó una prevalencia de violencia (en cualquiera de sus formas) dirigido al personal de enfermería cercano a un 40%; mientras que, en personal médico, esta cifra se aproxima al 20%, siendo destacable en este estudio que también incluyeron a las y los médicos internos de pregrado y a las y los estudiantes de enfermería, ambas partes presentaron una prevalencia menor a 20% de violencia en cualquiera de sus formas.
Es importante resaltar que no se encontraron artículos científicos de México donde de forma cuantitativa se explorara la prevalencia de violencia entre las y los mismos trabajadores. Sin embargo, el estudio cualitativo de Castro R. y Villanueva-Lozano M. de 2018 nos ayuda a contextualizar la situación con respecto a esta violencia entre el mismo personal de salud en México, donde nos refiere que inclusive se pudiera clasificar esta violencia interna en hegemónica y contrahegemónica, donde la primera consideraría a la violencia ejercida entre: a) el propio personal de salud, b) del personal de salud hacia usuarios y c) la violencia estructural; mientras que la violencia interna contrahegemónica consideraría a la violencia de los usuarios al personal, y del personal a sus superiores.
Estos mismos autores resaltan que la violencia interna hegemónica está asociada a una normalización de la violencia dentro del ambiente laboral del personal de salud, una situación grave y lamentable que puede apreciarse en cualquier nivel desde estudiantes en formación hasta autoridades y entre diferentes áreas de la salud, por lo que, como bien describen estos autores, el personal de salud por un lado busca proteger al usuario de la violencia pero es ciego ante la violencia ejercida entre el propio personal.
¿El personal de salud, ¿también tiene derecho a la salud?
Pareciera que no estamos viendo –o bien, que estamos dejando en un segundo o tercer plano– que las y los trabajadores de la salud también poseen derechos, como el derecho a su propia salud y sus derechos laborales. Estos últimos, según dicta la Comisión Nacional de Derechos Humanos Son aquellos que permiten la realización de un trabajo de forma digna, procurando la igualdad de oportunidades y el respeto a la integridad psicológica y física de las y los trabajadores. Los factores externos como el ambiente laboral, la organización y la existencia de mecanismos apropiados y suficientes de seguridad social forman parte del bloque de beneficios de los que gozan las y los trabajadores y se enmarcan en los mismos derechos. En este sentido, se puede comprobar que claramente el personal de salud está inmerso en cuestiones en relación con los derechos humanos prácticamente en todo su actuar profesional. El tratar o interactuar con personas constantemente, puede generar presión para ejercer conocimientos y prácticas de una forma perjudicial dirigida hacia las y los usuarios, más aún cuando en las instituciones existen pocos o nulos recursos materiales y los escenarios actuales como son la burocracia institucional y la masificación de las necesidades requeridas describen francamente cómo tras el proceso de enfermedad se pueden llegar a oprimir y vulnerar el derecho a la salud y a un cuidado de forma humanizada.
La realidad es que se demuestra que los derechos humanos son oprimidos en cualquier lugar del planeta donde se prioriza a los grupos sociales jerárquicos y subordina a los vulnerables, lo anterior, nos lleva a confirmar que, en México, la protección en torno a la salud es una aspiración lejana para cumplirse y que claramente la salud no ha sido una prioridad para los gobiernos de nuestro país, resultado de ello es la disminución presupuestal debido a problemas materiales básicos.
En conjunto con lo anterior, se debe comprender que las y los profesionales de la salud, como personas que brindan atención, son seres morales que deben estar inacabadamente bajo una praxis en torno a los derechos de las personas, independientemente del ciclo vital en el que se encuentren, sin olvidar claro, que también como personal que brinda cuidados y atención a su salud, tienen el mismo derecho a recibirla.

Para finalizar, es necesario que se conozca la existencia de distintos códigos, sociedades y documentos que rigen el actuar del personal sanitario y los derechos que poseen tanto las y los profesionales como las y los usuarios. Por mencionar algunos, existe:
a) El Código de Conducta para Personal de Salud,
b) Código de Ética para las Enfermeras y Enfermeros de México,
c) Código de Ética en Hospitales Privados,
d) Código de Conducta de los Avales Ciudadanos,
e) Carta de los Derechos de las Pacientes y los Pacientes,
f) Carta de los Derechos Generales de las Médicas y los Médicos,
g) Carta de los Derechos Generales de las Enfermeras y los Enfermeros, y,
h) Código de Ética de las Odontólogas y los Odontólogos.
Conclusiones.
Es necesario no omitir una perspectiva psicosocial u holista, y tomar en cuenta dos aspectos que deberían plantearse desde una horizontalidad: la persona que recibe la atención y la persona que proporciona esta misma atención, que, como se ha sostenido a lo largo de este escrito, ambas poseen derechos humanos. El personal sanitario no es inmune a la enfermedad o al desgaste, por ello, es responsabilidad del propio trabajador(a) cuidar su salud, para de este modo ayudar en la prevención de enfermedades y promoción para la salud con el ejemplo. A su vez, es deber de las instituciones donde laboran, el cuidar y proteger la salud de su personal trabajador y, por consiguiente, de las y los trabajadores el identificar riesgos y daños a la salud en colegas y demás personal, siempre y cuando estos lo deseen y lo permitan, para así, lograr el máximo grado de bienestar físico, mental y social dentro del gremio. Un profesional de salud que se encuentra sano es más apto para atender a la población de manera eficaz y eficiente. La base de un sistema de salud son sus propios trabajadores, y se debe agradecer que estén constantemente en la línea de atención y de cuidado, y que, sin ellas y ellos, los sistemas e instituciones de salud simplemente colapsarían.