Calentamiento Global Dr. Timoteo Medina Rodríguez Coordinador de sustentabilidad en medio ambiente. 5 diciembre 2024

El calentamiento global se refiere al aumento sostenido de las temperaturas promedio de la atmósfera terrestre y los océanos, principalmente debido a la acumulación de gases efecto invernadero en adelante GEI en la atmósfera como resultado de actividades humanas, especialmente la quema de combustibles fósiles (IPCC, 2021). Este fenómeno es una manifestación del cambio climático y tiene profundas implicaciones para los ecosistemas y las sociedades humanas.
El calentamiento global es impulsado por el efecto invernadero, un proceso natural que es amplificado por la concentración excesiva de GEI. Gases como el CO2, CH4 y N2O retienen el calor en la atmósfera, lo que lleva a un incremento de las temperaturas globales. Este calentamiento tiene efectos adversos en la salud humana, exacerbando enfermedades relacionadas con el calor, aumentando la prevalencia de enfermedades transmitidas por vectores y afectando la seguridad alimentaria (WHO, 2018).
Los sistemas de salud se ven directamente afectados por el calentamiento global, ya que los eventos climáticos extremos, como olas de calor, inundaciones y sequías, aumentan la demanda de servicios médicos y complican la prestación de atención. Además, los hospitales y otras instalaciones de salud son grandes consumidores de energía, lo que significa que también contribuyen al problema al generar emisiones de GEI.
Contaminación
La contaminación es la presencia o introducción de sustancias o productos en el medio ambiente que causan efectos adversos. En el contexto del cambio climático, la contaminación se refiere principalmente a la emisión de GEI y otros contaminantes que contribuyen al calentamiento global y deterioran la calidad del aire (Ramanathan & Feng, 2009).
La contaminación atmosférica, en particular, está estrechamente vinculada con el sector salud. Los hospitales, a través de sus operaciones diarias, contribuyen a la contaminación al emitir GEI, pero también son afectados por la mala calidad del aire, que puede agravar las enfermedades respiratorias y cardiovasculares entre pacientes y personal de salud.
El manejo de residuos es otro aspecto crucial. Los hospitales generan una cantidad considerable de desechos peligrosos y no peligrosos, que si no son gestionados adecuadamente, pueden liberar contaminantes al medio ambiente, incluyendo dioxinas y furanos cuando se incineran. Estos contaminantes tienen efectos graves en la salud pública y pueden aumentar la carga de enfermedades crónicas (WHO, 2014).

Cambio Climático
El cambio climático se refiere a las variaciones a largo plazo en los patrones de temperatura y precipitaciones en la Tierra, atribuidas principalmente a las actividades humanas, como la quema de combustibles fósiles, la deforestación y ciertas prácticas agrícolas (IPCC, 2021). Estos cambios están asociados con una serie de consecuencias ambientales y sociales, incluyendo el aumento del nivel del mar, cambios en los patrones de precipitación, y una mayor frecuencia de eventos climáticos extremos.
El cambio climático tiene implicaciones directas e indirectas para la salud humana. Directamente, las temperaturas extremas pueden causar enfermedades y muertes relacionadas con el calor, mientras que las inundaciones y sequías pueden afectar la seguridad alimentaria y el suministro de agua. Indirectamente, el cambio climático puede influir en la distribución de vectores de enfermedades, como mosquitos, y alterar los ecosistemas, lo que puede dar lugar a la aparición de nuevas enfermedades infecciosas (Patz et al., 2005).
Los sistemas de salud deben adaptarse a estos desafíos para mantener la calidad de la atención. Sin embargo, las operaciones diarias de los hospitales también contribuyen al cambio climático a través de su huella de carbono, lo que crea un ciclo de retroalimentación negativa. Por lo tanto, es fundamental que los sistemas de salud implementen estrategias de mitigación y adaptación para reducir su impacto ambiental mientras se preparan para los desafíos de salud pública que trae el cambio climático.
Huella de Carbono
La huella de carbono se define como el total de gases de efecto invernadero (GEI) emitidos directa o indirectamente por un individuo, organización, evento o producto a lo largo de su ciclo de vida, expresados en unidades de dióxido de carbono equivalente (CO2e) (Wiedmann & Minx, 2008). Este concepto se ha vuelto central en los estudios sobre sostenibilidad y cambio climático, ya que permite cuantificar el impacto ambiental de diversas actividades humanas, incluyendo las del sector salud. La huella de carbono considera no solo las emisiones de CO2, sino también otros gases como el metano (CH4) y el óxido nitroso (N2O), que aunque son menos comunes, tienen un mayor potencial de calentamiento global. El aumento de la huella de carbono está directamente relacionado con el calentamiento global, lo que ha llevado a la necesidad de mitigar las emisiones a nivel individual, organizacional y sectorial.
Origen y Evolución del Concepto
El concepto de huella de carbono se originó como una extensión del análisis del ciclo de vida (ACV), una metodología que evalúa el impacto ambiental de un producto, proceso o servicio a lo largo de todo su ciclo de vida, desde la extracción de materias primas hasta la disposición final. La huella de carbono, sin embargo, se centra específicamente en las emisiones de GEI, lo que la convierte en una herramienta más precisa y específica para abordar el problema del cambio climático (Wiedmann, 2009).
A lo largo de los años, el concepto ha evolucionado para incluir no solo las emisiones directas, como las que provienen de la quema de combustibles fósiles, sino también las emisiones indirectas, que resultan de la producción de bienes y servicios, el transporte, y la generación de residuos. Esta evolución ha permitido una comprensión más completa del impacto ambiental de diversas actividades y ha impulsado la adopción de políticas y estrategias para reducir la huella de carbono en diferentes sectores.
Metodologías para el Cálculo de la Huella de Carbono
El cálculo de la huella de carbono se realiza mediante diversas metodologías que permiten cuantificar las emisiones de GEI. La metodología más ampliamente utilizada es el Greenhouse Gas Protocol (GHG Protocol), desarrollado por el Instituto de Recursos Mundiales (WRI) y el Consejo Empresarial Mundial para el Desarrollo Sostenible (WBCSD). Este protocolo divide las emisiones en tres alcances:
- Emisiones directas de fuentes controladas por la organización (por ejemplo, la combustión de combustibles fósiles en calderas y vehículos).
- Emisiones indirectas del consumo de electricidad, calor o vapor.
- Otras emisiones indirectas que resultan de las actividades de la organización pero ocurren en fuentes que no son de su propiedad o no están controladas directamente (por ejemplo, la cadena de suministro).
Estas metodologías permiten a las organizaciones y sectores específicos, como el de la salud, evaluar y reducir su huella de carbono. La precisión del cálculo depende de la disponibilidad de datos detallados sobre las fuentes de emisión, lo que puede variar significativamente entre regiones y sectores.
El cálculo de la huella de carbono en cualquier sector, incluyendo el de la salud, se basa en metodologías estandarizadas como el Greenhouse Gas Protocol (WRI, 2015), que divide las emisiones en tres alcances:
En el contexto de los sistemas de salud, la huella de carbono es una métrica clave para evaluar el impacto ambiental de hospitales y otros establecimientos de salud. El sector salud, aunque dedicado a la promoción del bienestar, es paradójicamente un contribuyente significativo al calentamiento global debido a su intensa demanda de energía, uso de recursos, y generación de residuos.