
El trabajo como proyecto de vida:
entre la rutina, la misión y el reconocimiento
Dr. Juan Bosco Ruíz Padilla
SNTSA37
16 junio 2025

«El trabajo deja de ser una carga cuando lo entendemos como expresión de lo que somos.»
—Hannah Arendt (1958)
Introducción
Todos trabajamos. Pero no todos trabajamos igual ni desde el mismo lugar interno. Para algunos, el trabajo es una fuente de estrés constante; para otros, un espacio de realización. En el sector salud, esto se vuelve aún más complejo: el desgaste físico y emocional, la sobrecarga de responsabilidades, y en muchos casos, la falta de reconocimiento, pueden nublar la dimensión más profunda del trabajo: su potencial para convertirse en un proyecto de vida.
Esta entrada del Blog SNTSA37 invita a reflexionar sobre cómo recuperar y sostener una visión del trabajo como parte central de nuestro crecimiento humano, y no solo como una obligación económica. El trabajo no es simplemente “lo que hacemos para vivir”, sino también una forma de construir sentido, identidad y comunidad.
En la rutina del hospital, en la madrugada del traslado, en la espera silenciosa frente a un monitor, hay algo más que actividad: hay presencia, hay vocación, hay posibilidad de transformación. La misión no está en grandes discursos, sino en lo cotidiano. Reconocerlo no solo nos devuelve dignidad, sino que nos prepara para vivir con más conciencia y menos desgaste.
Desarrollo
1. La diferencia entre un empleo y un proyecto de vida
En su Condición humana, Hannah Arendt (1958) distingue entre labor, trabajo y acción. La labor es aquello que se repite, que nos mantiene. El trabajo es lo que producimos. Pero la acción —dice Arendt— es donde nos revelamos como quienes somos. Cuando el trabajo sanitario se queda solo en “labor”, la rutina lo vacía. Pero cuando se reconoce como espacio de acción significativa, puede transformarse en un proyecto de vida.
Un proyecto de vida no es una lista de metas, sino una forma de estar en el mundo con sentido. Es preguntarnos: ¿Qué quiero construir con mi tiempo, mi energía, mi conocimiento? ¿Cómo deseo ser recordado por quienes acompaño o cuido?
Para los trabajadores de la salud, ese proyecto no se impone desde fuera. Se teje en cada gesto profesional, en cada palabra que calma, en cada decisión que respeta. Pero también se sostiene cuando hay una estructura que lo reconoce: jefaturas que apoyan, colegas que escuchan, sindicatos que protegen. Nadie puede sostener una misión sin comunidad.
2. El riesgo de la rutina: automatización y pérdida de sentido
El peligro más común en el campo sanitario es que el trabajo se vuelva automático. El cuerpo hace lo que debe, pero el alma se ausenta. Esta disociación, que al inicio parece un mecanismo de defensa, con el tiempo agota, desconecta y, en muchos casos, enferma.
Daniel Goleman (1995) habla de desgaste empático: cuando la exposición al sufrimiento humano no se procesa con inteligencia emocional, termina anestesiándonos. La rutina sin reflexión puede llevar a ese punto. Pero el problema no es la rutina en sí, sino la falta de mirada sobre ella.
Cuando no conectamos con el “para qué” de lo que hacemos, dejamos de actuar con libertad interior. Y sin libertad, el trabajo se convierte en cárcel.

3. Reconocimiento: la dimensión social del trabajo con sentido
El reconocimiento no es vanidad: es necesidad humana. Charles Taylor (1994) ha insistido en que la identidad se forma en diálogo con los otros, y que el no reconocimiento puede ser una forma de violencia simbólica.
Muchos trabajadores de salud se sienten invisibilizados: por los sistemas, por los pacientes, por la sociedad. Pero también es cierto que en los equipos más conscientes, el reconocimiento mutuo se convierte en una fuente de energía renovable. A veces no podemos cambiar la institución, pero sí podemos construir espacios donde mirar y ser mirado con respeto sea parte del trabajo.
Recibir un “gracias” sincero, una retroalimentación constructiva, una celebración colectiva, no es algo menor: es una forma de recordar que no solo trabajamos, sino que valemos.
4. Misión sin romanticismo: servicio con límites y conciencia
Hablar del trabajo como misión no significa romantizar la sobrecarga ni justificar la precariedad. Al contrario: cuando entendemos el trabajo como proyecto de vida, también entendemos la importancia de cuidarlo y cuidarnos.
La misión no es darlo todo hasta rompernos. La misión es hacer lo que nos toca con sentido, con límites, con respeto a nuestra humanidad.
En palabras de Viktor Frankl (2004), quien tiene un por qué, puede enfrentar casi cualquier cómo. Pero ese “por qué” debe ser alimentado, sostenido y también protegido. Y para eso, necesitamos redes: formación continua, espacios de diálogo, representación sindical, y sobre todo, comunidades de práctica ética.
Ejercicio: “Mi línea de tiempo laboral con sentido”
- Dibuja una línea en una hoja. Marca en ella los principales momentos de tu trayectoria laboral: tu primer día de trabajo, un turno difícil, una experiencia que te cambió, un reconocimiento importante, una etapa de crisis, una decisión valiente.
- Junto a cada momento, escribe una palabra o frase que resuma lo que aprendiste.
- Observa la línea completa: ¿qué valores han guiado tu camino? ¿Qué ha cambiado? ¿Qué sigue presente?
Este ejercicio te permite ver que tu trabajo no es solo lo que haces, sino lo que has vivido, transformado y sostenido con el tiempo.
Conclusión
El trabajo no es únicamente un medio para sobrevivir. Es también una forma de expresar lo que somos, de construir vínculos, de influir en el mundo. Cuando lo reconocemos así, el trabajo deja de ser una rutina mecánica para convertirse en proyecto de vida.
Pero esa transformación no ocurre sola. Requiere conciencia, acompañamiento y estructuras que la hagan posible. En este sentido, los espacios como el Blog SNTSA37, la Escuela del Éxito y las acciones del sindicato no son decorativas: son formas de resistir el vaciamiento del sentido y reconstruir la misión colectiva del trabajo en salud.
Cada quien tiene su ritmo, su historia, sus heridas y sus fortalezas. Pero todos compartimos algo: el deseo de que nuestro esfuerzo valga, de que nuestras acciones tengan sentido, de que nuestra labor sea reconocida. Y eso no es pedir demasiado. Es pedir lo justo. Es exigirlo con dignidad.
Que esta entrada sirva como un espejo para ti. Para que recuerdes por qué empezaste. Para que descubras lo que aún puedes construir. Para que nunca dejes que el ruido de la rutina te haga olvidar que tu trabajo es también tu voz en el mundo.
Bibliografía (APA 7)
Arendt, H. (1958). The Human Condition. University of Chicago Press.
Frankl, V. E. (2004). El hombre en busca de sentido. Herder.
Goleman, D. (1995). Emotional intelligence: Why it can matter more than IQ. Bantam Books.
Taylor, C. (1994). Multiculturalism: Examining the Politics of Recognition. Princeton University Press.