
Epicteto y el Arte de Servir: Una Filosofía Estoica para la Atención en Salud
Dr. Juan Bosco Ruíz Padilla
SNTSA37
10 marzo 2025

Epicteto y el Arte de Servir: Una Filosofía Estoica para la Atención en Salud
En los momentos más desafiantes de la atención en salud, cuando la fatiga pesa sobre los hombros y las demandas parecen inagotables, podemos encontrar en la filosofía de Epicteto una guía luminosa. Este sabio estoico nos recuerda una verdad fundamental: hay cosas que podemos controlar y otras que escapan completamente de nuestro dominio. En la atención a los pacientes, reconocer esta distinción es no solo una estrategia para preservar nuestra salud mental, sino también un acto de servicio más puro y auténtico.
Epicteto nos insta a mantener siempre en primer plano nuestros deberes, a enfocarnos en aquello que está en nuestras manos y a soltar lo que no lo está. En el entorno de la salud, esto cobra una relevancia inmensa. Podemos controlar nuestra disposición, nuestra entrega, la calidad de la atención que brindamos. Podemos escuchar con empatía, hablar con serenidad y actuar con diligencia. Pero no podemos decidir por el otro, ni eliminar por completo el sufrimiento humano. Reconocer este límite no es abdicar de la responsabilidad, sino abrazarla con una claridad más sabia y efectiva.
Imagina por un momento que cada encuentro con un paciente es un instante de profundo significado. No un trámite, no una tarea mecánica, sino una oportunidad para ejercer lo mejor de nosotros mismos. Epicteto nos diría que lo esencial no está en lo que sucede, sino en cómo respondemos ante ello. Una enfermedad incurable, una emergencia crítica, una familia angustiada: todo esto podría desbordarnos si intentamos controlarlo todo. Pero si nos centramos en nuestro deber —acompañar, aliviar, informar con claridad—, encontramos en nuestro servicio una fuente de paz, incluso en la incertidumbre.
Adoptar esta perspectiva nos libera del peso de la frustración. No significa que dejemos de sentir, que nos volvamos insensibles o indiferentes. Todo lo contrario: al enfocarnos en aquello que sí podemos hacer, evitamos la desesperación y la impotencia que surgen al querer cambiar lo inmutable. Nos permite estar plenamente presentes, ofreciendo lo mejor de nosotros sin desgastarnos en una batalla contra lo imposible.
Además, al comprender esta enseñanza, nuestro trato con los pacientes también se transforma. En lugar de cargar con la presión de «sanar a toda costa», nos abrimos a la posibilidad de sanar en otro sentido: con una palabra de aliento, con una sonrisa que ofrezca calma, con la seguridad de saber que estamos dando lo mejor posible en cada instante. Y eso, aunque parezca sutil, es profundamente significativo.
Esta visión también nos ayuda a cuidarnos a nosotros mismos. La atención en salud puede ser emocionalmente demandante, y sin una filosofía interna que nos sostenga, el agotamiento es una amenaza real. Epicteto nos enseña que el bienestar no depende de lo externo, sino de nuestra actitud ante ello. Al recordar que solo tenemos control sobre nuestras acciones, podemos soltar la culpa, la sobrecarga innecesaria, la exigencia de ser infalibles. Y desde ahí, continuar sirviendo con energía renovada. Así que la próxima vez que te enfrentes a un momento desafiante en tu labor, recuerda las palabras de Epicteto: «De lo que ocurre, unas cosas están en tu poder y otras no». Haz lo mejor con lo que está en tus manos, y acepta con serenidad lo que no. Porque, al final, la medicina no es solo el arte de curar cuerpos, sino también el arte de acompañar, con humanidad y con la sabiduría de saber hasta dónde llegan nuestras manos, y dónde empieza el misterio de la vida.